Más que un insulto.
Por Carlos Aguirre.
El domingo se jugó uno de los partidos definitorios del Torneo Apertura. Boca era el favorito ante Racing y necesitaba ganar para no correr riesgo de perder la punta después de remontar un campeonato que parecía perdido. O peor aún para que no le suceda lo mismo que le ocurrió con Estudiantes unas temporadas atrás. Es por esto que en el segundo tiempo, cuando el encuentro estaba empatado, un chico desde la platea le reprochó a Riquelme una pelota que perdió y no hizo méritos para recuperarlas.
Román en medio de todo lo que se jugaba en esos minutos y los susurros que empezaban a caer cuando una pelota se perdía, escuchó al joven y lo desafió diciéndole: “¿Ah sí?”. Lo siguiente es historia conocida: Boca ganó con dos goles de Riquelme y en el festejo se lo dedicó a este chico insultando a él y a su familia.
Este tema que parece tan común en el fútbol argentino, inmediatamente, por ser Boca y Riquelme, tuvo repercusiones en todos los medios. Hasta la justicia se involucró. Que en horas en donde está en discusión la edad de imputabilidad, o temas más importantes como la delincuencia, se preocupa por resolver esto con mayor inmediatez. Cuando lo más lógico sería dejar al club que solucione esto, por ejemplo no dejando entrar al joven por un tiempo y multa para el jugador. Como se hizo por ejemplo, en un caso más grave, con las Chivas de Guadalajara por Copa Libertadores.
Otro punto clave son los “derechos” del espectador. Hasta qué punto puede llegar la persona que paga 20, 30 o 100 pesos una entrada. Por más dinero que se abone, no hay por qué insultar o tirar objetos a alguien, que en definitiva, hace su trabajo. Que como todos, hay días que lo hace bien, y otros no. Lamentablemente esta es una costumbre típica del argentino: creer que porque se paga se puede hacer de todo. Lo que sí podría es protestar si le ofrecen un servicio de atención malo, o el lugar no esta en condiciones de recibir espectadores. Pero reclamar, no violentar.
También es cierto que el chico de algún lado sacó la costumbre de insultar a un jugador cuando hace bien las cosas. La pasión con la que se vive en Argentina el fútbol, como si fuera algo de vida o muerte, hace que estos hechos sean muy comunes. No es raro ver a los padres incitando a sus hijos a maltratar a los jugadores. No es sólo un caso más, es la reiteración de inconducta y falta de educación propia de una población que se asemeja más a una horda que a una sociedad.
Otro mito es que hay que defender al espectador porque pagó un abono y es el que “da de comer” a los deportistas. Algo totalmente falso. Ya que ni llenando el estadio alcanza para pagar el sueldo de las grandes figuras. Son los Sponsor y las ventas las que aportan para esto.
También se habló de multa. Lo lógico sería que no sólo Riquelme sea el damnificado. Que el chico que accionó primero contra él reciba una sanción. O que los que estaban alrededor del joven que lo empujaron y golpearon también estén en la causa.
Al ser un país facilista, lo primero que se discutió fue la reacción de Riquelme. Cuando en realidad hay algo mucho más profundo e importante como la conducta de los jóvenes. Que también hay otro mito que se derrumba: los problemáticos son los de la popular. Cuando en realidad cada vez hay mayor violencia en todos los sectores sociales, y de seguir así el fútbol va a tener en sus tribunas solo a barras bravas.
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